miércoles, 28 de diciembre de 2011

Contracarátula

Un pueblo sin tradiciones, sin costumbres, sin folclor, sin religiosidad, sería imposible de concebir; equivaldría a pensar en una sociedad sin los componentes fundamentales de su esencia. Los artistas, con su entrega, servicio, y generalmente con su sacrificio; son imprescindibles para que tal o cual pueblo, conserve con cierta autenticidad, su identidad, su alma y memoria. El mundo andino, representado esta vez, por Sucre (antes Huauco), se esperanza y se revitaliza en el cuento “El milagroso San Isidro Labrador”, y en la pluma diligente del narrador José Luis Aliaga Pereyra.

Este cuento, a mi entender de lector pretendidamente acucioso, uno de los mejores de José L. Aliaga, merecía y merece ver la luz a través de publicaciones impresas. Usted, amigo lector, que hoy tiene la oportunidad de leerlo, lo confirmará. El autor, en un ejercicio brillante de creatividad artística, recurre al mito y al sueño de doña Bondad, personaje principal del cuento, y mediante artificios y figuras literarias que sólo manejan extraordinariamente los buenos cuentistas, nos sumerge en un mundo en el que los seguidores de la tradición religiosa y festiva, encontrarán buen sustento para su actitud de fe en el santo patrono de su pueblo. Pero, lo sorprendente es que también los otros, encontrarán lecciones; aquellos que acuden a las festividades religiosas con fe fingida o aparente, movidos más por otros motivos: el ego exhibicionista, la presunción, el enamoramiento, y hasta la bohemia.

Finalmente, en esta historia, se advierte que José L. Aliaga, no es de los que se quedan en la denuncia o desenmascaramiento de la hipocresía de algunos sectores sociales; sino que va más allá, y llega, hasta donde solo los escritores comprometidos, consagrados y consagrables saben llegar: a la propuesta social y política de cambio y transformación para los pueblos

Secundino Silva Urquía

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